Los días se desafinaron de repente y dejó de escuchar esa música callada de los versos en su mente. La tela de araña que había tejido para cazar las emociones se deshizo en un instante, apenas tras el contacto de un huracán de realidades. Resguardado en una esquina de sí mismo, buscó los puntos cardinales en los que cimentar una nueva red y comenzó la lenta tarea de construir una malla invisible en la que atrapar sensaciones. Meditó mientras trabajaba y descubrió que el depredador que antaño le habitaba había desaparecido y que en su lugar había crecido, incrustado en su corazón, un coleccionista de momentos. Una caricia, una e-mail sincero, una gota de lluvia, un viento de palabras hermosamente construídas, una llamada, una mirada, un gesto impensable... Todo fue guardándolo, envolviéndolo como un tesoro para los tiempos de incertidumbre y de hambre de sentimientos. Y fue inmensamente feliz creando un edificio transparente por el que caminar sigiloso en busca de la magia de las cosas. Regresó a su hogar, a esa tela de araña gigantesca, y saludó, uno por uno, a sus visitantes que danzaban por el empuje de los días. Fue amasando una fortuna en forma de temblores en la raíz de su alma. Se sintió vivo y libre a pesar de que quienes le rodeaban no alcanzaron a comprenderle nunca.
3 comentarios:
todos los sueños
que encierra un puñado
de arena de playa
se mueven
con el viento
que tu nuevo ser
expande al universo
No importa que los demás no logran comprenderlo..
basta con sentirlo..
coleccionistas de momentos..
me quedo en ellos..
quería decir no logren..
disléxica por momentos.. trabada..
besos..
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