miércoles, 6 de junio de 2007
Pliegues
A veces uno deshace maletas que creía cerradas para siempre. Va sacando de ellas palabras que no dice, miradas que tienen como destino el vacío o interminables silencios que pesan como losas grises, y los deposita en las horas en que es. Entonces el ambiente se va perfilando en distancias que parecen insalvables y el todo se vuelve una nada ininteligible, un laberinto de callejones sin salida, un galimatías de sentimientos contradictorios que duelen. Es como regresar de un viaje en el que la luz era una hoja de ruta hasta la estación más sombría y húmeda de la historia. Allí, perdido en el andén que ahora no reconoce, uno se materializa en desesperanza, envuelto en el hollín de todas sus miserias antiguas, esas que va sacando inconsciente de la vieja maleta que creía olvidada. Las estaciones son eso, sólo estaciones. Allí se duelen todas las despedidas, pero también se rien todos los reencuentros porque,simplemente, uno los cree posibles. Y es que la vida es, sin lugar a dudas, lo que habita entre los pliegues azules del tiempo.
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