Lentamente se va levantando a la sombra de una majestuosa grúa, que no es más que esa fuerza cotidiana que nos hace alzarnos un palmo más cada minuto, crecernos desde dentro a cada instante. Somos seres humanos en construcción, con nuestros ladrillos vistos, nuestros marcos sin ventanas, nuestras terrazas aún sin definir de horizontes porque cada día es uno distinto. Y poco a poco, sin que apenas nos demos cuenta, vamos creando el edificio que nos va sirviendo de cobijo a cada altura. Un edificio que a veces no tiene paredes y otras se convierte en agostas escaleras sin pasamanos que nos ayudan a superar todos los vértigos. Un edificio en el que vamos acomodando a nuestros huéspedes y del que intentamos desterrar a aquellos que no saben querer de verdad. Un edificio que se va multiplicando en salas distintas cada una de ellas con una decoración diferente, adecuada a cada uno de los instantes en que fue creada. Un edificio gigantesco, cada vez más alto, que camina hacia el cielo sin alcanzarlo nunca porque lo que realmente importa es colocar el siguiente nivel. Y así vamos, jornada a jornada, trabajando a destajo bajo el cielo azul o la sombra de una gota de lluvia, en constante creación de un hogar en el que guardar nuestras almas.
miércoles, 13 de junio de 2007
En construcción
La vida.
Lentamente se va levantando a la sombra de una majestuosa grúa, que no es más que esa fuerza cotidiana que nos hace alzarnos un palmo más cada minuto, crecernos desde dentro a cada instante. Somos seres humanos en construcción, con nuestros ladrillos vistos, nuestros marcos sin ventanas, nuestras terrazas aún sin definir de horizontes porque cada día es uno distinto. Y poco a poco, sin que apenas nos demos cuenta, vamos creando el edificio que nos va sirviendo de cobijo a cada altura. Un edificio que a veces no tiene paredes y otras se convierte en agostas escaleras sin pasamanos que nos ayudan a superar todos los vértigos. Un edificio en el que vamos acomodando a nuestros huéspedes y del que intentamos desterrar a aquellos que no saben querer de verdad. Un edificio que se va multiplicando en salas distintas cada una de ellas con una decoración diferente, adecuada a cada uno de los instantes en que fue creada. Un edificio gigantesco, cada vez más alto, que camina hacia el cielo sin alcanzarlo nunca porque lo que realmente importa es colocar el siguiente nivel. Y así vamos, jornada a jornada, trabajando a destajo bajo el cielo azul o la sombra de una gota de lluvia, en constante creación de un hogar en el que guardar nuestras almas.
Lentamente se va levantando a la sombra de una majestuosa grúa, que no es más que esa fuerza cotidiana que nos hace alzarnos un palmo más cada minuto, crecernos desde dentro a cada instante. Somos seres humanos en construcción, con nuestros ladrillos vistos, nuestros marcos sin ventanas, nuestras terrazas aún sin definir de horizontes porque cada día es uno distinto. Y poco a poco, sin que apenas nos demos cuenta, vamos creando el edificio que nos va sirviendo de cobijo a cada altura. Un edificio que a veces no tiene paredes y otras se convierte en agostas escaleras sin pasamanos que nos ayudan a superar todos los vértigos. Un edificio en el que vamos acomodando a nuestros huéspedes y del que intentamos desterrar a aquellos que no saben querer de verdad. Un edificio que se va multiplicando en salas distintas cada una de ellas con una decoración diferente, adecuada a cada uno de los instantes en que fue creada. Un edificio gigantesco, cada vez más alto, que camina hacia el cielo sin alcanzarlo nunca porque lo que realmente importa es colocar el siguiente nivel. Y así vamos, jornada a jornada, trabajando a destajo bajo el cielo azul o la sombra de una gota de lluvia, en constante creación de un hogar en el que guardar nuestras almas.
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3 comentarios:
Curiosa y acertada metáfora…
Esa necesidad de tirar, muros y columnas que no sujetan nada, que como tu dices, no saben querer (aunque se lo crean), y que no son imprescindibles para que nuestra casa no se venga abajo. Derribar. Cambiar una y otra vez la decoración de nuestra vida, el color de las paredes para que, aunque sigan siendo las mismas, no dejen de contarnos cosas nuevas. Colocar y descolocar y volver a colocar hasta encontrar el sitio perfecto a ese cuadro, que al día siguiente tampoco parece un lugar tan perfecto, y volver a descolocar como sumergidos en un juego de niños inquietos, colocar y descolocar personas, guardarlas y sacarlas del cajón (que no del armario)…
Subir al último peldaño y querer más y más, nunca satisfechos con un número que no sea infinito…
En construcción…siempre en construcción…
Bonito texto, perfecto.
Encantada de que te pases por mi cruce, y mil GRACIAS por tu enlace.
Encantada, encantadísima, de leerte y que me leas…
Un beso rojo.
(adictaacruzarenrojo) Gracias por tu visita. Tienes la puerta abierta para cuando te apetezca cruzar en rojo hasta esta tierra de palabras. Aquí tendrás siempre a alguien esperándote con los brazos abiertos.
Una palabra para tí: Desafío.
Me desafías a vivsitarte??jaja
Te equivocas, no me desafías, me haces un favor...
un beso rojo
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