miércoles, 25 de abril de 2007
Luz tras la oscuridad
La tormenta dejó su rastro de charcos, de días taciturnos, de huidas en busca de refugio, de miradas lánguidas hacia un horizonte que no se adivinaba. Dejó una cicatriz en el alma durante años, una cicatriz que sangraba, que dolía a cada instante. Imperceptible a veces. Siempre presente. Había días en que la negrura era tal que no lograba ver más allá de mi propio miedo cobijado en el centro de mí mismo. Y fui menguando hasta convertirme en una sombra que deambulaba por una ciudad que me agredía a cada paso. Perdido caminaba por la vida, sin más rumbo que el que marcaba mi propia desidia cuando, un día, emergió desde la nada absoluta un rayo de luz que se fue convirtiendo poco a poco en arco iris. Ahora lo miro con unos ojos nuevos, con una nueva mirada y se que miro la vida. Cada uno de mis pasos entierra uno de aquellos días, diluye el barro, presagia un futuro. La luz ha estallado en forma de colores que desatan cada una de esas cuerdas que ahogaban a mis horas. Aquí está toda la magia de la vida, en este instante en que me alzo gigantesco y saludo sentado al borde de la línea de horizonte mientras contemplo, más allá, el próximo y jubiloso segundo.
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3 comentarios:
lindo... y reconfortante...
los arcoiris son luz...es tan mágica su formación como llegar a verlos.
somos aprendices de luz de color.
Nunca más el gris poblará nuestras pupilas.
Un beso y un sueño de 7 colores...
(Amandine) Nunca más el gris poblará mis pupilas, sobre todo si miro las tuyas. Hay una suerte de chispa en tu mirada desde el último fin de semana que lo ilumina todo. Un beso y sueños en F.
Y, tras la lluvia, un aguacero de pájaros
descendió sobre la yerba mojada
en busca de criaturas de agua y de tierra.
El día declinaba entre grises y velos.
La tarde se volvió negra y tú,
la noche que avanza lenta pero firme
invadiendo todas las regiones
de mi pálido cuerpo de luna.
A veces, el gris se vuelve negro, aprovecha el arco iris.
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