Me marcho. Abandono unos días esta ciudad que me tiene como cautivo. Me voy a disfrutar de la naturaleza, a ver amaneceres estremecedores y la fuerza o la sensualidad del mar, de otro mar que no es el mismo que veo todas las mañanas. Cabo de Gata es mi destino. Cuatro días para olvidarme de la rutina cotidiana. Aquí dejo una reflexión en prosa-poetíca sobre las ciudades que escribí, dentro de una serie, hace algunos meses: Baja una colilla en paralelo a la acera flotando sobre las aguas que no nos pertenecen. Baja libre desde la boca carmín que aún nadie ha navegado. Hay una mueca triste escondida en el aire y un rumor de bocinas apaga el lento chapoteo. El perfil de la esquina se camufla, derrotado, entre unos senos huérfanos de caricias que apenas si pueden contener la blusa azul recién comprada. Unos ojos miran. Un deseo mira mientras llueve. Un cálido fluido recorre los muslos hasta el suelo. Los ríos se confunden hasta perderse en la oscura llamada de una vieja alcantarilla que, voraz, atrapa cuanto sucede. Todas las historias sucias tienen como destino ser nada debajo de los adoquines. |
sábado, 28 de abril de 2007
Adiós ciudad
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